Decidida, con un bote de pintura en una mano y brochas varias en la otra, emprendí camino hacia el salón. Y comencé uno de los dibujos que más he disfrutado en mi pequeñita trayectoria.
Pintando no estaba sola, tuve la grata compañía de
Ben harper en todo momento,
jeje, desde luego fue una buena terapia... mejor que el
yoga.
También tenia la compañía de mis gatos, que estuvieron presentes en cada pincelada.
Ah! otro protagonista de esta historia es mi chico, que tuvo mucha paciencia con tanto bote, pincel, periódicos y más trastos esparcidos por todo el salón.
Graciassssssssssss.
Sólo hay un pero con estos camareros, que en sus manos no traen nada.
No quiero que traigan comida, ni bebida, de eso me encargo yo. Pero ¿que os gustaría que os sirvieran?
Se aceptan ideas.
Gracias por estar ahí.
Prometo no tardar, tengo más sorpresas...